4 de julio de 2025
Especiales

DE LAS FF. MM., LA PAZ TOTAL Y OTROS ASUNTOS

 

Por: José Obdulio Espejo Muñoz

Desde que la humanidad acuñó el concepto de Estado Nación –luego de dejar atrás las estructuras políticas, sociales y económicas de las edades Antigua y Media–, las fuerzas armadas o militares han estado al servicio del establishment o grupo de poder, si bien su halo protector se entiende debería cobijar al conjunto social.

En teoría, atrás habrían quedado aquellas épocas de bárbaras naciones donde el gobernante o regente de un territorio conformaba su ejército privado –enteramente subordinado a él, a sus intereses y a sus caprichos, entre otras cosas porque sus arcas financiaban conquistas, campañas y empresas– para dar paso a cuerpos armados profesionalizados, legales y legítimos.

Pero la realidad es que sin importar el régimen político existente –monarquía, democracia, autocracia, anarquía, fascismo, dictadura, totalitarismo, comunismo, socialismo, etcétera– el estar a disposición de quien detenta el poder es una constante histórica de los diferentes aparatos armados de los diferentes países del planeta, ayer, hoy y siempre.

Al fin y al cabo, las fuerzas armadas, bien sean las de Estados Unidos, Inglaterra, Rusia, China, Nicaragua, Brasil o Argentina, verbo y gracia, fungen cual aparatos represivos e ideológicos de los Estados. Esta tesis está suficientemente sustentada en uno de los 14 ensayos contenidos en un libro del filósofo francés Louis Althusser publicado en 1970 y que lleva por título Idéologie et appareils idéologiques d’État (en francés) o Ideología y aparatos ideológicos del Estado (en español).

El quid del asunto es el color de la orilla ideológica que acompañan: colorados o verdes, en referencia al memorable filme Su excelencia de Mario Moreno ‘Cantinflas’. Soy un demócrata y creo que este sistema político y sus componentes económicos y sociales. No comparto las tesis socialistas o progresistas, eufemismo de moda en Latinoamérica para disfrazar al lobo con piel de cordero.

En este orden de ideas, leí con pena ajena y profunda extrañeza los comentarios desobligantes, faltos de análisis y carentes de argumentos sólidos, que, particularmente, circularon en grupos de WhatsApp de veteranos de la fuerza pública con relación a una entrevista que concedió al matutino El Tiempo el actual comandante del Ejército Nacional, general Luis Mauricio Ospina Gutiérrez.

No creo en las bondades y en el éxito de la Paz Total del presidente Petro, como seguramente no creen muchos militares en retiro o en actividad (el episodio con el ELN me halla la razón), pero un asunto muy diferente es tratar de traidores, parias y fariseos a los altos mandos militares o de la Policía porque Ospina Gutiérrez dijo que ve en esta iniciativa del Gobierno una “oportunidad muy buena”.

Tanto él, como las demás cabezas visibles de las Fuerzas Militares y la Policía, actúan bajo el faro luminoso de la Constitución. Acaso muchos olvidan que la paz es un propósito nacional (artículo 22 de la Constitución) y que el presidente es el Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas (Decreto 1790 de 2000). Eso, que yo recuerde, no ha cambiado.

Si cualquiera de ellos insinuara siquiera que no cree en la Paz Total o que le parece un capricho de Petro, al otro día sería decapitado; ¡simple lógica! Para aquellos veteranos que rasgan sus vestiduras y se autoproclaman adalides del honor, bueno sería que recordaran nefandos episodios de nuestra historia política y militar desde Bolívar hasta nuestros días.

No creo que la actual cúpula haya sido “transbordada” ideológicamente o permeada por el progresismo, mucho menos que la purga en el sector Defensa llegó a la médula espinal de las Fuerzas Armadas, colocando en los puestos de comando a aquellos oficiales que se identificaban con las tesis ideológicas del progresismo y, de cierta forma, comparten el imaginario petrista. Tonto no soy y entiendo que esta es una cúpula de transición, pero aún con vocación democrática y respetuosa de la separación de poderes y de la vigencia del imperio de la ley.

Claro está, las respuestas de Ospina Gutiérrez a El Tiempo sí permiten concluir, por ejemplo, que el alto mando castrense y policial conocía las intenciones del Gobierno de pactar un cese al fuego bilateral con el ELN y que está dispuesto a acatar las órdenes de su comandante en jefe. Vuelvo y repito, quién se oponga, pues será reemplazado ipso facto. Otro asunto es que esta guerrilla haya desmentido a Petro, quien se acostumbró a gobernar a punta de trinos y anuncios a través de sus redes sociales.

En ese mismo sentido, que se haya caído la compra de los aviones tipo caza Rafale para modernizar la aviación estratégica del país tampoco debe ser interpretado como una bofetada de Petro a las Fuerzas Armadas o la Fuerza Aérea. ¿Ustedes creen que el comandante de esta institución no conocía los tiempos del Conpes cuando se hizo el anuncio el pasado 21 de diciembre?

Que este episodio y el del ELN denotan total improvisación del gabinete de Petro es un hecho, máxime en temas tan sensibles como son la defensa nacional y la seguridad pública. De ahí que el reproche a los altos mandos debe estar dirigido al sano debate de ideas sobre las obligaciones constitucionales de los oficiales que encabezan los cuerpos armados del país.

En este punto, ¿cuál es el aporte de los veteranos y de las asociaciones de las que hacemos parte? ¿Nos dedicaremos a la crítica malsana y destructiva o pasaremos a una agenda propositiva? ¿Hacer llamados para que se susciten golpes de Estado o sublevaciones de derecha no suena anacrónico y muy al estilo de las banana republics? Opino modestamente que debemos actuar en consecuencia con lo que hemos sido, somos y seremos. ¡Nuestra oposición debe ser coherente con los valores y principios que juramos defender ante la enseña sagrada de la patria!

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