4 de julio de 2025
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Polémicas peticiones estudiantiles que poco ayudan a la calidad en la U. pública

Por Universidad.edu.co

En las Instituciones de Educación Superior (IES) públicas, las peticiones del paro nacional pasaron a ser pliegos aislados de activistas que piden beneficios propios y demandas sociales y políticas, pero pocas llamadas por la calidad académica.

La verdad es que la mayoría de IES públicas le tienen miedo a la protesta estudiantil y los rectores y directivos, entre el temor a ser cuestionados en público, el respeto a la libre expresión y la autonomía universitaria, prefieren esperar a que la prudencia y la necesidad de terminar los estudios convenzan a los líderes de las protestas (grupos generalmente minoritarios pero con la suficiente capacidad de bloqueo de la mayoría) de retornar a clases.

Más allá de su legitimidad o explicación política, los motivos de protesta que animan al estudiantado son supremamente disímiles: Desde el aumento en el precio de productos agrícolas, hasta la petición de terminar con el ESMAD, pasando por las demandas por el supuesto acoso de algún profesor, una decisión gubernamental o la relación con Estados Unidos, entre otros muchos.

Las ideas de que la juventud es la etapa de la vida en donde se adquiere el derecho a protestar, y que la universidad es el escenario que debe estar presente en todos los momentos de la vida nacional, parecen justificar cualquier pedido que se incluya en los diversos pliegos petitorios.

Y ésta no es una situación derivada del actual paro nacional. Es una convicción y actitud que siempre ha acompañado la dinámica del movimiento estudiantil, alineada con las ideas políticas de los grupos de izquierda, la crítica al gobierno de turno, a los capitales y la obligada financiación, entre otros.

En épocas relativamente recientes, rechazaron la acreditación de alta calidad, el registro calificado, la implementación de la Ley 1740 (de inspección y vigilancia), los créditos académicos, las recomendaciones del Banco Mundial y la OCDE sobre educación, y hasta la relación de la investigación de la universidad con el sector empresarial, entre otros.

Entre los temas vigentes en estos años y comunes a todo el discurso están el pedido por terminar el Icetex como entidad prestadora de créditos, la gratuidad plena o matrícula cero, equipos de cómputo y conectividad y la solicitud de mayor participación en los órganos de gobierno de las respectivas IES.

El paso de la protesta al desorden civil y enfrentamiento con las autoridades, ha llevado a que los manifestantes hayan madurado un discurso con bases jurídicas, basado en la defensa de los derechos humanos, con lo que en sus “pliegos de exigencias” ya se volvió costumbre que se menciona, entre otros: Que hacen un “uso legítimo” de las vías de hecho; que luchan por una universidad pública gratuita y de calidad para ellos y para las siguientes generaciones; que lo que realizan son tomas pacíficas por lo que no aceptan ninguna intervención de parte de organismos de seguridad; que demandan garantías como el reconocimiento de las asambleas permanentes; que no se haga registro de ingreso y salida de estudiantes o invitados al campus de las IES; que haya reserva legal de información de todos los estudiantes (carnets, carpetas, hojas de vida…); que las IES garanticen la privacidad, el libre derecho de la personalidad y los derechos a la expresión, educación y manifestación, entre otros; y que no se persiga ni realicen evaluaciones disciplinarias a los estudiantes que participen de las protestas…

“Logros que son retrocesos en calidad de la educación superior”

Así tituló el columnista de El Nuevo Siglo, Mario F. Hurtado, su análisis sobre cómo “los movimientos estudiantiles y políticos que llevan las riendas en las universidades públicas suelen poner en los paros o en los pliegos de peticiones, verdaderos orangutanes en sus propuestas y muchas de ellas pasan sin mayor atención por parte de la mayoría de comunidad estudiantil“.

Entre las propuestas que Hurtado llama “lamentables” se encuentran las siguientes, que él describe así:

1. No exigir asistencia a clase, prohibido tomar asistencia. En varias universidades colombianas se han aprobado en las demandas que el estudiante no pierda así no asista a clase. ¿Qué logro es ese? ¿Fomenta la mediocridad? En conversaciones con dos vicerrectores de universidades públicas explican que se enfrentan a una dificultad enorme, pues no es solo el tema de la asistencia el compromiso con un programa académico, sino que realmente no se están formando. Expresan su inquietud sobre cómo van a desempeñarse profesionalmente si muchas de las habilidades o conocimiento que se desarrolla en clase no se están aprendiendo. Expresan que el proceso no se hace evidente y cada vez se hacen más grandes las diferencias entre el aprendizaje y la práctica.

2. Eliminar los créditos de segunda lengua.En pleno siglo XXI no dominar el inglés es casi una forma de analfabetismo. Para aplicar a un cargo, para ganar una beca, para hacer una maestría o doctorado y sobre todo para encontrar más información, libros y documentación es necesario tener conocimientos de inglés, además es ideal certificar el dominio de otras lenguas. Pero de una forma retardataria han calado los discursos de que el idioma del imperio (una ironía porque el inglés no es una lengua oficial de EEUU, pero sí su lengua franca) y surgen movimientos por no tomar los cursos. En el paro de 2017 algunos movimientos estudiantiles “lograron” que no se exigieran los créditos de inglés, o que no fuera requisito para graduarse. En síntesis, la mayoría de universidades siguen ofertando programas de segunda lengua, pero con baja intensidad y en algunos casos de poca calidad, pues los estudiantes no se esfuerzan por aprenderlo, certificar o adquirir las habilidades para comunicarse. Así se sigue aumentando la brecha entre la educación que certifica una segunda lengua y quienes creen que no aprender es un logro. Muchas veces después de graduarse comprenden el error de haber desarrollado las habilidades es una segunda lengua.

3. Inscribir dos materias en el mismo horario. En un “derecho” los estudiantes de algunas universidades en el paro de 2017 aprobaron que un estudiante pueda inscribir dos materias así sean en el mismo horario. ¿Cómo se aprende? ¿Qué sentido tiene? Un profesor expresa, “llegan a la clase a informar que en el mismo horario tienen tutorías, pasantías, práctica u otra clase, y uno queda maniatado, sin saber si es verdad, y cómo tener a un estudiante que no participa en las clases”.

4. Cancelaciones hasta mediados o finales del semestre. Dentro de las garantías que se piden para el retorno a clases después de dos o tres meses de paro o receso, es que se acepten las cancelaciones extemporáneas como razón para volver. Así muchos estudiantes cancelan las materias que van perdiendo y el déficit de recursos se incrementa, debido a que en muchas universidades existe la norma que no se abren cursos con menos de quince estudiantes, pero al final de semestre, muchos programas terminan con menos de 15 estudiantes, aumentado el déficit de cupos y procesos muy largos para cursar un programa académico. Mientras que en las universidades privadas el promedio de tiempo de cursar un programa universitario es de 5 años, en las públicas llega a 7 años. Los estudiantes que quieren cumplir con los tiempos estimados para graduarse, tienen que superar las barreras administrativas y las tensiones sociales del país para lograr sus objetivos. (GRS-Prensa).

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